lunes, 3 de diciembre de 2007

Sobre El llano en llamas, de Juan Rulfo



El viaje del fuegoEn el cuento El Llano en llamas[1] el epígrafe –un corrido popular- anuncia una violencia, pero sin fin, cíclica: “Ya mataron a la perra, pero quedan los perritos….” (1). En la narración de Pichón la naturaleza es descrita como sinuosa, engañadora, espejeante. Pichón tiene una concepción animista de la naturaleza. Los hombres de Pedro Zamora tratan de dormir. Los balazos y los gritos son repetidos por el eco de la barranca. “¡Viva Petronilo Flores! El grito se vino rebotando por los paredones de la barranca y subió hasta donde estábamos nosotros.” (p.160). “De repente sonó un tiro. Lo repitió la barranca como si estuviera derrumbándose.” (p.161). Los pájaros vuelan asustados, las chicharras (cigarras) chirrían de tal modo que la noción de tiempo y espacio se desdibuja cuando aparecen los federales: “No nos dimos cuenta de la hora en que ellos aparecieron por allí. Cuando menos acordamos aquí estaban ya…” (p.161); “Sentíamos las balas pajueleándonos los talones, como si hubiéramos caído sobre un enjambre de chapulines.” (p.162); “ …encontramos uno aquí y otra más allá, casi todos con la cara renegrida”. (p.164).



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